Acabo de despertarme envuelto en esta oscuridad absoluta que impregna la habitación de motel. Las pesadilla llevan días sin dejarme dormir ¿serán los nervios?¿los miedos?¿la incertidumbre de lo que me depara?¿no saber qué hago aquí y por qué huyo?¿no recordar que he hecho? Demasiadas preguntas como para poder dormir.
Pasan las horas y sigo sin poder cerrar los ojos. Tomo un vaso de whisky para calmar la sed, y al cerrar de nuevo los ojos se me aparecen las imágenes que llevan días acechándome por las noches. Abro los ojos y la veo allí, de pie, junto la puerta, con el camisón manchado de sangre mirándome fijamente. Cierro de nuevo los ojos para no verla y me hundo en un lago de oscuridad. Las tinieblas me engullen y se apoderan de mí mientras una voz cercana clama de dolor y me veo a mí, empapado en sangre, sujetando un cuchillo con la mano izquierda. Abro los ojos de nuevo. La habitación sigue igual. Ella no está. ¿Ha vuelto de entre los muertos?¿Por qué está aquí? Mucha incertidumbre... Todo me parece extraño y lejano. No entiendo nada. No soy capaz de recordar quién es ella.
Vuelvo a tomar otro vaso de whisky, esta vez, para calmar los nervios y otro vaso para que el alcohol me deje inconsciente. Me quedo dormido de nuevo y vuelve a aparecer la pesadilla que me perturba.
Allí, me encuentro yo, sentado en el sofá de una casa cuyo recuerdo me es borroso, lleno de ira. Algo muy malo ha sucedido, no recuerdo el qué. Ella, luciendo su hermosa cabellera rojiza por encima de su pecho, al verme, se paraliza, asustada, mirándome fijamente, hace un ademán de huir, pero en ese instante no sé que sucede, todo pasa muy rápido. Cuando acaba, yo, encima de ella, contemplo como la vida se apaga en sus hermosos ojos verdes, en mi mano izquierda sujeto un cuchillo de cocina que no recuerdo haber cogido, mi ropa impregnada de sangre, se adhiere a mi pecho. Sin darme cuenta de mis impulsos suelto el cuchillo, la abrazo y suelto un grito que ningún ser en el universo podría describir.
Con un terrible sobresalto me despierto con el corazón a punto de salirme del pecho. ¿Qué he hecho?¿Por qué? No lo recuerdo. He matado al único ser que he amado, mi Luna, mi Sol, mi Cielo, te he hecho daño, y no sé por qué. La pesadilla sigue, no cesa. Me perturbará hasta el fin de los tiempos. Sólo queda una salida. La fácil y rápida. La eficaz. Es hora de acabar con esto. Ato un extremo de la cuerda de la cortina a mi cuello y el otro extremo al palo de la mismo. Subo a una silla y me dejo caer. Todo acaba. Todo termina.
-Dave Arges- (con influencia de El Cuervo de Edgar Allan Poe)
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