lunes, 14 de mayo de 2012

Historias para no dormir Parte 1: El Monstruo de la Oscuridad

Siempre he sido una niña con temor a la oscuridad. No sé por qué, pero siempre la he temido. Cada vez que me iba a dormir, buscaba de una forma desesperada alguna forma de luz para poder tranquilizarme y poder dormir. Casi siempre acababa durmiendo con la luz abierta o en la cama de mis padres. 

La oscuridad me aterraba. Tenía pesadillas constantemente. Abrazaba a mi osito de peluche y me cubría con la manta. Una de las causas principales de ese temor era que siempre veía extrañas formas, figuras incoherentes en la oscuridad. Me atemorizaban. No sabía qué eran. No sabía si eran reales. No sabía si me estaba volviendo loca. No sabía ni comprendía nada.

Una fría noche de invierno, el viento soplaba como nunca sobre la casa de campo hecha de madera en la cual habitábamos entonces. Allí en medio de la nada, mi temor aumentaba por el temporal. Quise dormir en la cama de mis padres, pero se negaron diciéndome: "Ya eres mayorcita. A tus 11 años deberías dormir sola y con la luz apagada". Prácticamente me obligaron a hacerlo, a intentarlo más bien.

Esa noche, traté de hacer caso a mis padres. Me metí en la cama con las luces apagadas e intenté cerrar los ojos. Cuando me estaba quedando dormida, noté como algo se alzaba desde el suelo. Abrí los ojos y vi a una bestia enorme. Era tan grande como un armario. Tan peludo como un oso. Sus colmillos parecían los de un jabalí. Su boca tan grande y voraz como la de un león. Sus oscuros ojos profundos me miraban con firmeza. Sus orejas tan grandes como su cabeza.  
En esa situación me sentía realmente atemorizada, pero no grité. Tal vez porque ese temor no era tan grande. Tal vez porque no tenía miedo. Tal vez aquella bestia no quisiera hacerme nada. No lo sé. Sólo se limitó a mirarme. Ambos nos miramos durante unos segundos. Hasta que me dijo:
-No tengas miedo. No quiero hacerte daño. Llevo mucho tiempo observándote. Sé que te asusta la oscuridad. Mientras esté yo aquí, no tienes motivos.
-¿Por qué no voy a tener motivos para estar asustada? -les respondí- No sé qué eres. Has entrado en mi casa, tienes un aspecto feroz y no pareces el más indicado para que me digas que no tenga miedo. Además ¿qué haces tú observándome?
-Esas respuestas tienen solución. Yo soy tú. Soy una parte de ti. Soy tus temores. He salido de tu ser para mostrarte a superar tus temores. -iba hablándome con una voz ronca, como la de un monstruo- A superar tus miedos. A superarme.
-Esto no puede ser real -lo decía no muy convencida- ¿Cómo puede ser posible que tú seas parte de mí y te esté viendo aquí enfrente mío? 
-Esto sucede cuando los temores llegan a tal punto, que no son posibles de dominar. Tu mente. La parte dormida, me ha pedido que salga para enseñarte a superar tus temores. Habías llegado a tal punto, que tus temores dominaban tu ser. Te iban a convertir en un espectro consumido por el miedo.
-De acuerdo, trato de entenderlo -no entendía nada- ¿cómo se supone que vas a ayudarme?
-Te contaré una historia de una niña como tú, que acabó consumida por sus temores.

Hace muchos años, en una casa como esta vivía una joven y dulce niña. Su mayor temor era la soledad. No siempre había tenido ese miedo, antes era alegre y no le importaba pasar ratos a solas, hasta que su padre las abandonó, tanto a ella como a su madre. Su madre cayó en una terrible depresión. Poco a poco fue consumiéndose, descuidándose de su hija y necesidades diarias. Hasta tal punto que ella murió, y la niña, se quedó totalmente sola. Trató de acostumbrarse a la soledad, pero no pudo. No pudo hacerlo, una niña acostumbrada a estar en compañía y rodeada de cariño no puede acostumbrarse a la soledad.
Se paseaba por su casa como si fuera un fantasma. Con paso ligero y lento. Cabizbaja, recordaba cuando jugaba con su padre, cuando se relacionaba con su madre. Esos recuerdos la atemorizaban, le recordaban lo sola que estaba. La soledad le iba consumiendo poco a poco. Cada vez recordaba menos. Cada vez mostraba menos signos de vida. Cada vez su cuerpo iba desvaneciéndose. Cada vez una sombra la iba consumiendo, empezando desde sus pies. Sus miedos la consumían poco a poco cada vez más y más. Una vez consumida totalmente por las sombras de la soledad, dejó de existir en este mundo para pasar a existir en el mundo de las sombras. En el mundo de los espectros. Una vez consumida por esas sombras, pasas a formar parte de ese mundo para toda la eternidad. Allí no hay nada más que oscuridad y sombras.

-Con este relato, quiero hacerte ver lo que te espera si dejas que te consuman tus temores. Trato de decirte que luches por no consumirte.
-Vaya historia más triste -dije intentando que mi voz sonara afligida- Pero, si eres parte de mí, ¿cómo es que conoces esa historia si yo nunca la había oído mencionar?
-En el mundo de los espectros, todos sabemos todo sobre los demás, pero no nos acordamos de nuestra propia historia. -lo dijo en un tono muy firme- Por eso conozco esta historia.
-¿Qué quieres decir? -dije en un tono de preocupación-.
-Te estás consumiendo en el mundo de las sombras. Poco a poco te unes a él. Tu mente dormida lucha por salvarte, por eso estoy yo aquí. Por eso me ves. Trato de decirte que no tengas miedo a la oscuridad. Lucha a la oscuridad con luz.

Dicho esto, desapareció. ¿Era cierto lo que me había dicho?¿Me estoy consumiendo? Miro a mis pies y lo que veo me aterra. ¡No tengo pies! Sólo hay una sombra. A medida que aumenta mi miedo me van consumiendo más y más. Todo se oscurece a mi alrededor. Cada vez recuerdo menos. Cada vez tengo más miedo. Las sombras llegan hasta mi cintura. Cada vez voy olvidando quien soy. Así que por eso estoy escribiendo estas palabras, las escribo antes de que la oscuridad me hunda en lo más profundo de mis miedos.


-Dave Arges-

No hay comentarios:

Publicar un comentario