domingo, 6 de mayo de 2012

Padre e hijo

El repiqueteo del tren hace que me mueva de una lado a otro en mi asiento. Alrededor, hay decenas de personas esperando su parada. En frente, un padre con su hijo de unos 6 meses. El niño, con su cabello rubio, lleva unas zapatillas Converse, pantaloncitos cortos y una camiseta azul. Me mira absorto como escribo estas palabras en mi cuaderno que siempre me acompaña.
Sentado sobre el regazo de su padre, me mira fijamente. El padre, mira con tiernos ojos paternales a su retoño. Supongo que es su primogénito, debido al comportamiento del padre que lo trata con mucha ternura y suma atención. En sus ojos puedo ver lo maravillado que está con su hijito, veo la felicidad en sus ojos, la satisfacción que le da.
También observo en los profundos y oscuros ojos del crío la seguridad que le brindan los brazos de su padre. En los ojos de ambos  veo reflejado el amor mutuo que se tienen. ¡Es increíble lo que pueden decirte unos ojos!
La gente de mi alrededor no se de cuenta de la maravilla que estoy observando: la felicidad, el amor paternal. Una felicidad causada por el gran amor de él al pequeño, del pequeño a él. Veo a un padre de película, un padre que daría la vida por su hijo ¿Qué padre no lo haría? Es maravilloso observar el amor paternal, pero más vivirlo.
He llegado a mi parada, debo bajar. Al pisar el andén me doy la vuelta y veo que me observan, les saludo y me lo devuelven. Los sigo con la mirada hasta que se pierden por el horizonte. Les deseo la mejor de las suertes a ambos y que cada día aumente su amor.


-Dave Arges-

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