viernes, 1 de junio de 2012

Concurso literario 2

Hace algunos días, publiqué un microrrelato que presenté para un concurso de literatura. Pues bien, ha sido uno de los muchos seleccionados para salir en un libro recopilatorio de los mejores microrrelatos que se enviaron al concurso. Para un principiante como yo está muy bien. Esta es la web: http://www.diversidadliteraria.es/

martes, 22 de mayo de 2012

Concurso Literario

Hace una semana me presenté a un concurso de literatura. Dicho concurso consistía en escribir un microrrelato de una extensión de 5 líneas. Hoy, día 22 de Mayo, debía de decir los resultados, como no he recibido ningún mail, deduzco que no estoy entre los 10 finalistas. No pasa nada, otra vez será, pero me gustaría publicar el microrrelato que envía. Está basado en una entrada anterior llamada "El Ángel" (el microrrelato tiene el mismo nombre). No sé si es bueno, ya que es un poco difícil (al menos para mí) escribir algo bueno en tan solo 5 líneas, y mucho menos un relato.*



El ángel de mis sueños se me ha aparecido. Me besó apasionadamente. Mientras nos besábamos con pasión, su hermoso cabello castaño se movía con el viento. Eso bastó para enamorarme para siempre, pero, ¿ella es para siempre? Al verla irse, caigo de rodillas, abatido, ¿la volveré a ver? Sólo me queda su aroma y el recuerdo de sus besos llenos de pasión.


Seguiré escribiendo aquí de poco. No olvidéis comentar. Ni puntuar.




*Corrección. La fecha límite es el 22 de JULIO (error de lectura, :P) Así que todavía hay esperanzas.

miércoles, 16 de mayo de 2012

Diario de un Sepulturero: Mi primer día

Esta noche empiezo en mi nuevo trabajo. No es un trabajo como otro cualquiera, nadie en su sano juicio elegiría trabajar con la parte más triste de la muerte: la última despedida seguida de su sepultura.

¿Por qué elegí este trabajo? -me preguntaréis-  Digamos, que es un trabajo tranquilo y remunerado. No es el trabajo deseado pero en estos tiempos de crisis laboral, social y económica no queda otra. Así que acepté este trabajo por necesidad.

A las 22:00 empieza mi turno. Empezaré enterrando gente -o cuerpos que antes era gente-. Normalmente, estas tareas suelen hacerse durante el día, cuando los familiares se van sin encontrar consuelo. Pero con el gran aumento de criminalidad, tenemos trabajo todo el día -y noche-.

Cuando suenan las campanas de una iglesia cercana, cruzo el umbral de la puerta del tanatorio. Allí, un hombre mayor que cojea de la pierna izquierda, está de pie a dos metros de la entrada, en su mano derecha sujeta una pala. Mirándome a los ojos me dice con una voz ronca y áspera:
-¡Tú, lechuguino! -me lanza la pala y la sujeto al aire- Empieza con ese -señala un cuerpo a mi izquierda. Se mete en una habitación y desaparece. A los diez segundos sale empujando una camilla con un cuerpo cubierto por una sábana blanca. Al verme todavía allí, me gruñe:
-¿Qué haces todavía aquí?¡Haz tu trabajo!

Cogí el cuerpo y me marché de allí. Tal vez os preguntéis por qué los cuerpos no están en el ataúd, resulta que engañan a las familias. Les cobran el precios elevados por ataúdes de muestra que, después de la última visita, son devueltos a la tienda y los cuerpos son enterrados sin su respectiva caja.


Me fijo en que la etiqueta del pie, se llamaba Alfonso López. Había muerto de una puñalada, seguramente en un atraco. Busco su lápida y empiezo a cavar. A medida que avanza la noche, va haciéndose más espesa la niebla blanca que me cubre hasta los tobillos. Se oyen ruidos lejanos, susurros y la leve brisa. Cuando más avanza la noche, más intensos se vuelven esos ruidos y más aparecen. Ramas rotas, gritos lejanos, lobos aullando y pasos que se acercan. Oigo el sonido que desprende el contacto de los zapatos con la hierba. cada vez, esos pasos, esa sensación de que alguien se acerca, va aumentando. Los pelos de la nuca se me erizan. Me doy media vuelta alzando la pala en alto.

-¿Todavía no has terminado? -es la voz ronca y áspera del viejo de antes, debía de ser él quien se acercaba-. Llevas casi dos horas. Deberías estar terminando.
-Me ha dado un susto de muerte. -le respondo alterado-.
-El único que va a morir aquí vas a ser tú, como no acabes esa tumba de una vez. Y yo de ti vigilaría tus espaldas...

Mientras se ríe de manera maléfica, se da media vuelta. Justo cuando se daba la vuelta veo de resfilón, en su comisura, unas gotas rojas que parecen ser de sangre, pero está demasiado oscuro y la luz de la Luna no es que ayude mucho. Pero me inquieta. No parece enfermo. Además, ¿a qué se refería con que vigilara mis espaldas? ¿es una amenaza? No, no creo que sea una amenaza, es mi primera noche de trabajo y todavía no he tenido tiempo de pelearme con alguien. ¿se refería a los ruidos que se oían? ¿hay alguien o algo en este oscuro cementerio por el cual, deba preocuparme? No. Los monstruos no existen. Y aquí no hay nadie más, salvo ese viejo y yo. Aunque sigo preguntándome qué serán esas gotas que vi en su comisura... Da igual, debo de seguir trabajando. Ya llevo demasiado rato y todavía no voy ni por la mitad.

Seguí cavando para acabar con la faena y esta vez no había ruidos que se oyeran. Había un silencio sepulcral. Como era mi primer día -noche mejor dicho- no atribuía aquel hecho a nada en concreto, pensé que serían ruidos nocturnos.

El resto de la noche transcurrió tranquila, ya sin ruidos nocturnos, pude continuar con mi trabajo. Pero lo que no paraba de rondarme por la cabeza era a qué se refería con que vigilase mi espalda y, si en realidad, aquella gotas rojas que vi eran gotas de sangre.

martes, 15 de mayo de 2012

El espíritu de los muertos

Buena obra del grandísimo Poe. Si os habéis fijado, en entradas anteriores he escrito relatos y ensayos con cierta influencia espectral de esto. ¡A disfrutar!



El espíritu de los muertos

Tu alma se encontrará sola.
Entre oscuros pensamientos de fúnebres losas.
Nadie, de entre la multitud, invadirá
Tu hora de intimidad.

No rompas el silencio de la quietud
Que no es exactamente soledad.
Los espíritus de los muertos que conociste
En vida ante ti de nuevo se alzarán
Y ahora, en la muerte a rodearte volverán
Y su sombra te oscurecerá. Mantente quieto.

Aunque prístina, la noche será severa.
Y las estrellas no irradiarán a la tierra.
Desde sus altivos tronos celestiales,
Una luz de esperanza a los mortales.
Sin embargo, sus opacas esferas rojizas,
Para tu fatiga serán
Como un quemazón, una fiebre
Que ya jamás te abandonará.
Ahora habrá ideas que nunca ahuyentarás.

Ahora habrá visiones que desvanecerse no verás.
Y ya nunca recorrerán tu espíritu.
Jamás, como sobre la hierba cae el rocío.

La brisa -aliento de Dios- calmada está,
Y la bruma de la colina
Sombría pero aún intacta,
Es un símbolo, la señal exacta.
¡Cómo flota sobre los árboles serios!
¡El misterio de misterios!.


- Edgar Allan Poe-

lunes, 14 de mayo de 2012

Historias para no dormir Parte 1: El Monstruo de la Oscuridad

Siempre he sido una niña con temor a la oscuridad. No sé por qué, pero siempre la he temido. Cada vez que me iba a dormir, buscaba de una forma desesperada alguna forma de luz para poder tranquilizarme y poder dormir. Casi siempre acababa durmiendo con la luz abierta o en la cama de mis padres. 

La oscuridad me aterraba. Tenía pesadillas constantemente. Abrazaba a mi osito de peluche y me cubría con la manta. Una de las causas principales de ese temor era que siempre veía extrañas formas, figuras incoherentes en la oscuridad. Me atemorizaban. No sabía qué eran. No sabía si eran reales. No sabía si me estaba volviendo loca. No sabía ni comprendía nada.

Una fría noche de invierno, el viento soplaba como nunca sobre la casa de campo hecha de madera en la cual habitábamos entonces. Allí en medio de la nada, mi temor aumentaba por el temporal. Quise dormir en la cama de mis padres, pero se negaron diciéndome: "Ya eres mayorcita. A tus 11 años deberías dormir sola y con la luz apagada". Prácticamente me obligaron a hacerlo, a intentarlo más bien.

Esa noche, traté de hacer caso a mis padres. Me metí en la cama con las luces apagadas e intenté cerrar los ojos. Cuando me estaba quedando dormida, noté como algo se alzaba desde el suelo. Abrí los ojos y vi a una bestia enorme. Era tan grande como un armario. Tan peludo como un oso. Sus colmillos parecían los de un jabalí. Su boca tan grande y voraz como la de un león. Sus oscuros ojos profundos me miraban con firmeza. Sus orejas tan grandes como su cabeza.  
En esa situación me sentía realmente atemorizada, pero no grité. Tal vez porque ese temor no era tan grande. Tal vez porque no tenía miedo. Tal vez aquella bestia no quisiera hacerme nada. No lo sé. Sólo se limitó a mirarme. Ambos nos miramos durante unos segundos. Hasta que me dijo:
-No tengas miedo. No quiero hacerte daño. Llevo mucho tiempo observándote. Sé que te asusta la oscuridad. Mientras esté yo aquí, no tienes motivos.
-¿Por qué no voy a tener motivos para estar asustada? -les respondí- No sé qué eres. Has entrado en mi casa, tienes un aspecto feroz y no pareces el más indicado para que me digas que no tenga miedo. Además ¿qué haces tú observándome?
-Esas respuestas tienen solución. Yo soy tú. Soy una parte de ti. Soy tus temores. He salido de tu ser para mostrarte a superar tus temores. -iba hablándome con una voz ronca, como la de un monstruo- A superar tus miedos. A superarme.
-Esto no puede ser real -lo decía no muy convencida- ¿Cómo puede ser posible que tú seas parte de mí y te esté viendo aquí enfrente mío? 
-Esto sucede cuando los temores llegan a tal punto, que no son posibles de dominar. Tu mente. La parte dormida, me ha pedido que salga para enseñarte a superar tus temores. Habías llegado a tal punto, que tus temores dominaban tu ser. Te iban a convertir en un espectro consumido por el miedo.
-De acuerdo, trato de entenderlo -no entendía nada- ¿cómo se supone que vas a ayudarme?
-Te contaré una historia de una niña como tú, que acabó consumida por sus temores.

Hace muchos años, en una casa como esta vivía una joven y dulce niña. Su mayor temor era la soledad. No siempre había tenido ese miedo, antes era alegre y no le importaba pasar ratos a solas, hasta que su padre las abandonó, tanto a ella como a su madre. Su madre cayó en una terrible depresión. Poco a poco fue consumiéndose, descuidándose de su hija y necesidades diarias. Hasta tal punto que ella murió, y la niña, se quedó totalmente sola. Trató de acostumbrarse a la soledad, pero no pudo. No pudo hacerlo, una niña acostumbrada a estar en compañía y rodeada de cariño no puede acostumbrarse a la soledad.
Se paseaba por su casa como si fuera un fantasma. Con paso ligero y lento. Cabizbaja, recordaba cuando jugaba con su padre, cuando se relacionaba con su madre. Esos recuerdos la atemorizaban, le recordaban lo sola que estaba. La soledad le iba consumiendo poco a poco. Cada vez recordaba menos. Cada vez mostraba menos signos de vida. Cada vez su cuerpo iba desvaneciéndose. Cada vez una sombra la iba consumiendo, empezando desde sus pies. Sus miedos la consumían poco a poco cada vez más y más. Una vez consumida totalmente por las sombras de la soledad, dejó de existir en este mundo para pasar a existir en el mundo de las sombras. En el mundo de los espectros. Una vez consumida por esas sombras, pasas a formar parte de ese mundo para toda la eternidad. Allí no hay nada más que oscuridad y sombras.

-Con este relato, quiero hacerte ver lo que te espera si dejas que te consuman tus temores. Trato de decirte que luches por no consumirte.
-Vaya historia más triste -dije intentando que mi voz sonara afligida- Pero, si eres parte de mí, ¿cómo es que conoces esa historia si yo nunca la había oído mencionar?
-En el mundo de los espectros, todos sabemos todo sobre los demás, pero no nos acordamos de nuestra propia historia. -lo dijo en un tono muy firme- Por eso conozco esta historia.
-¿Qué quieres decir? -dije en un tono de preocupación-.
-Te estás consumiendo en el mundo de las sombras. Poco a poco te unes a él. Tu mente dormida lucha por salvarte, por eso estoy yo aquí. Por eso me ves. Trato de decirte que no tengas miedo a la oscuridad. Lucha a la oscuridad con luz.

Dicho esto, desapareció. ¿Era cierto lo que me había dicho?¿Me estoy consumiendo? Miro a mis pies y lo que veo me aterra. ¡No tengo pies! Sólo hay una sombra. A medida que aumenta mi miedo me van consumiendo más y más. Todo se oscurece a mi alrededor. Cada vez recuerdo menos. Cada vez tengo más miedo. Las sombras llegan hasta mi cintura. Cada vez voy olvidando quien soy. Así que por eso estoy escribiendo estas palabras, las escribo antes de que la oscuridad me hunda en lo más profundo de mis miedos.


-Dave Arges-

martes, 8 de mayo de 2012

Cuatro sillas para cinco

Seguramente, tú, mi querido lector, habrás jugado al famoso juego de las sillas, aquel juego en que consiste en ir desplazándose bailando al son de la música alrededor de unas sillas. Las sillas son una menos respecto a las personas que están bailando a su alrededor. En cuanto se para la música, todos tienen que ir a sentarse en las sillas (no vale compartir) y la única persona que se queda de pie, es descalificada. Se continua con el juego pero al restarse un jugador, se resta también una silla manteniendo la superioridad numérica de los jugadores. El juego se termina cuando sólo queda una silla y se la tienen que disputar los dos últimos jugadores.



Pues la sociedad, la humanidad, todo lo relacionado con lo humano, es como este juego, pero en un sentido mucho más cruel y sanguinario. Las silla pueden representar el poder, el dinero, las oportunidades en la vida e incluso, simplemente comida y habitáculo. Los jugadores somos nosotros. La música es lo que nos mantiene tan drogados que no nos damos cuenta de nada. El juego es la vida. Este juego describe a la perfección la vida, la ley de vida o ¿nuestra ley de vida? Sí, la ley de vida que nosotros hemos creado. Esa vida de la cual todo el mundo, desde los inicios de los tiempos, lleva quejándose sin hacer nada para cambiarlo y los que lo hacen, sólo cambian la apariencia, pero la esencia sigue siendo la misma. Los mismos perros con distintos collares.

Los humanos siempre hemos estado bailando como marionetas alrededor de lo que más ansiamos, sea lo que sea. Saboreando esa ansiedad. Saltando como fieras para conseguir dicho elemento ansiado, incluso, si es necesario, hasta hacer desaparecer a la competencia. No se trata nada de conseguir nuestros sueños, eso es otra cosa. Se trata de lo que hacemos para conseguir cosas que nos corrompen el espíritu. Cosas que sólo sirven para corromper el alma humana. Cosas como la ambición al poder, ansias de dinero. Esas cosas parecen que nos van a dar abundancia, pero no es así. Una vez las poseemos nos corrompen el espíritu y nos piden más, más y más. Pero cada vez hay menos y menos satisfactorio, como el juego de las sillas. Y una vez conseguido todo el poder y eliminado la competencia, ya no queda nada más. Todo ha sido en vano.

Cuando consigues todas estas ambiciones has dejado de ser una persona humana. Te has convertido en un espectro. Un fantasma. Un ser oscuro poseído por la ambición. Estos espectros no son capaces de darse cuenta de nada absoluto, su mente está totalmente corrompida. Eso hace el poder. Eso hace la codicia. Eso hace la ambición.

Desde siempre, el mundo ha sido así, desde que la humanidad implantó la ambición y la codicia como parte indispensable de su ser. Todos jugamos a este juego, nadie se libra, de alguna manera u otra, todos jugamos. Sólo nos queda evitar convertirnos en espectros. Sólo eso, sólo espectros. Sólo evitarlos.


-Dave Arges-

domingo, 6 de mayo de 2012

Padre e hijo

El repiqueteo del tren hace que me mueva de una lado a otro en mi asiento. Alrededor, hay decenas de personas esperando su parada. En frente, un padre con su hijo de unos 6 meses. El niño, con su cabello rubio, lleva unas zapatillas Converse, pantaloncitos cortos y una camiseta azul. Me mira absorto como escribo estas palabras en mi cuaderno que siempre me acompaña.
Sentado sobre el regazo de su padre, me mira fijamente. El padre, mira con tiernos ojos paternales a su retoño. Supongo que es su primogénito, debido al comportamiento del padre que lo trata con mucha ternura y suma atención. En sus ojos puedo ver lo maravillado que está con su hijito, veo la felicidad en sus ojos, la satisfacción que le da.
También observo en los profundos y oscuros ojos del crío la seguridad que le brindan los brazos de su padre. En los ojos de ambos  veo reflejado el amor mutuo que se tienen. ¡Es increíble lo que pueden decirte unos ojos!
La gente de mi alrededor no se de cuenta de la maravilla que estoy observando: la felicidad, el amor paternal. Una felicidad causada por el gran amor de él al pequeño, del pequeño a él. Veo a un padre de película, un padre que daría la vida por su hijo ¿Qué padre no lo haría? Es maravilloso observar el amor paternal, pero más vivirlo.
He llegado a mi parada, debo bajar. Al pisar el andén me doy la vuelta y veo que me observan, les saludo y me lo devuelven. Los sigo con la mirada hasta que se pierden por el horizonte. Les deseo la mejor de las suertes a ambos y que cada día aumente su amor.


-Dave Arges-

El Ángel

Hoy he vislumbrado el alar de un ángel. Vi como aquel ángel recogía sus alas para posar delante de mí. Aquel ángel, al verme, me sonrió como ella sabe. Yo le sonreí con la mejor de mis sonrisas. Me saludó con dos ardientes besos fulgurantes de calor. Su cabellera ondulada se dejaba caer sobre sus finos hombros e iban al son del viento. Le pedí si estaría dispuesta a pasar la tarde en mi casa, le daría comida, bebida y descanso para su próximo viaje. Aceptó y me siguió hasta mi casa.


Una vez allí, le preparé uno de mis mejores Arroz con Leche y le di agua para beber. Descansó tumbada en mi sofá. Durante horas, estuvimos hablando sobre cosas que nadie conoce mejor que los ángeles. Hablamos sobre música, arte, danza, creencias, conocimiento... Hablamos de tantas cosas que sería prácticamente infinita la lista. A ella le gustó mi compañía. A mí, me encantó, me hechizó, me embrujó, me cautivó. Con su hermosa mirada penetrante, con sus ojos marrones como la miel, dulces como el néctar, con su hermosa cabellera castaña flotando junto sus hombros, con sus tiernos y carnosos labios, con todo aquello, fue capaz de hundirme en el más profundo y bello de los hechizos.

Una vez hechizado, me dijo que debía irse. Sin poder contener las lágrimas, lamenté que se tuviera que ir. Antes de que se fuera, la besé dos veces y a través de aquellos besos le transmití todo mi amor hacia ella. Se dio media vuelta, de resfilón, vi que una lágrima descendía por su mejilla. Abrió sus enormes alas y con su cabellera bailando para el viento, alzó el vuelo hacia su próximo destino.
Al verla irse, caigo de rodillas al suelo, abatido, rendido ¿la volveré a ver?¿me ama de verdad?¿se olvidará de mí? Muchas incógnitas, no sé cuanto podré soportarlo. Sólo me queda su aroma y el recuerdo de sus ardientes besos llenos de pasión.



-Dave Arges-

viernes, 4 de mayo de 2012

Panem et Circenses

Todos necesitamos pan. Todos necesitamos circo. ¿Hasta qué punto? Desde los inicios de los gobiernos siempre se nos ha dado pan y circo. Uno podría llegar a pensar que eso está bien, es decir, que se nos proporciono alimentos y entretenimiento no es malo, pero la realidad no es esta, la realidad son los motivos.

Se podría hacer una larga lista de los posibles motivos, pero nos centraremos en uno: ocultar la verdad. Al desviarnos la mirada hacia cosas mundanas no nos damos cuenta que a nuestras espaldas nos ocultan la verdad. En la antigua Roma, las luchas de gladiadores tuvo su máximo esplendor a partir de la era Augusta, cuando ya se daban los primeros rasgos de la decadencia. Usaron los juegos como una forma de ocultar la verdad y mover el dinero para ellos mismos.

En la Edad Media, las justas, luchas entre caballeros, se daban a cabo cuando sus señores empezaban a perder influencia y necesitaban apartar la mirada del pueblo.

Actualmente ocurre lo mismo, los acontecimientos deportivos, los acontecimientos rosas, entre otros, son como las luchas de gladiadores, como las justas, sólo sirven para entretener, sí, pero también para desviar la mirada del pueblo. Este tipo de circo ha calado demasiado entre la sociedad actual hasta tal punto que un partido de fútbol mueve más masas que una manifestación reclamando nuestros propios derechos. Uno podría decir: "¿Qué más da eso? Tenemos pan, nos basta con eso". Eso no es cierto, ya que, de sólo pan no vive el hombre. No hay suficiente pan que cubra tanta verdades ocultas, pero nosotros nos dejamos influenciar por el circo y ese pan mohoso que nos dan y les basta para ocultarnos la verdad.

A ellos les conviene ocultarnos la verdad, así les es más fácil engañarnos, robarnos y manipularnos y lo consiguen a través de unos simples juegos y de unos simples mendrugos de pan. Sólo uno mismo puede impedir ser manipulado de esta manera. Cada unos debe de dar los pasos necesarios para hacerlo. Y quien no se haya dado cuenta que mire a su alrededor, y lo verá.

-Dave Arges-

lunes, 30 de abril de 2012

El silencio de la muerte

Esto que voy a contar pasó de verdad. Hace ya bastantes años de eso. Ni siquiera recuerdo el año. Pero recuerdo la fecha aproximada, como para olvidarlo... Cosas así, como las que pasaron aquel día, nunca se olvidan.

No recuerdo el año,  ni la fecha exacta, pero si recuerdo que era una noche lluviosa del frío mes de Noviembre. Ese día, mi hermana, mi madre y yo estábamos en la consulta de un hospital, ya que, tanto mi hermana y yo teníamos la gripe o faringitis.
Sobre las 5 de la tarde llegamos al hospital. La secretaria nos dijo que en unos minutos nos atendían. Una familia estaba delante nuestra, después veníamos nosotros. Ese día yo tenía mucha fiebre, estaba somnoliento, como es lógico, pero todavía me quedaban fuerzas para prestar atención a todo lo que me rodeaba; las gotas de lluvia al chocar contra los cristales, el sonido del teclado de la secretaria, los pasos por los pasillos, el penetrante tic tac del reloj de la sala, el zumbido del movimientos de las piernas de mi hermana que colgaban de la silla, mi entrecortada respiración... Creo que fue mi capacidad de concentración en aquel momento el hecho que lo que pasó en aquella fría y lluviosa tarde de Noviembre se quedará grabado en mis recuerdos para siempre.
Habían pasado ya unos 10 minutos cuando un hombre llegó, con su hijo de unos 5 años, apoyado contra su pecho envuelto en una pequeña mantita para bebés. El hombre aquel, se alejó de todo ser viviente de la sala, se acurrucó en un rincón, como si todos nosotros fuéramos peligrosos, contagiosos o como si él quisiera evitar contagiarnos a nosotros.
Todavía con la fiebre, estaba yo apoyado sobre el regazo de mi madre, cuando entró ese hombre. Prácticamente no habían pasado ni 3 minutos cuando la enfermera lo llamó. El hombre, antes de levantarse miró a su hijo, con los ojos empapados en lágrimas, se levantó y siguió a la enfermera. Mi mente inocente no entendía aquella situación, pero a lo largo de los años y de tanto recordarlo lo llegué a comprender.
Justo cuando salió aquel hombre, el pediatra de turno, el que nos iba a atender, entró en la sala y dijo que se iba a retrasar, ya que había surgido una urgencia. Nosotros, sin saber qué hacer, nos quedamos allí esperando. Las horas fueron pasando tan lentas como la caída de las hojas y se hicieron tan pesadas como las rocas que sustentan la tierra.
No paró de llover hasta el amanecer del día siguiente, era una noche muy fría. Y a medida que pasaban las horas, me encontraba más cansado y débil, pero todavía era capaz de percibir todo mi alrededor, ya no era todo una sala de espera normal, con sus típicos sonidos, ya no, había un total silencio sepulcral, el silencio de la muerte, ni siquiera el repiqueteo de las gotas de lluvia fue capaz de romper aquel silencio. 
Pasadas unas largas horas, ese silencio se rompió con la voz de le enfermera que nos llamaba para pasar a consulta. Allí, en esa sala pequeña, el pediatra con rostro apagado, nos recibió con poco entusiasmo. Le conocía de toda la vida, era mi pediatra de cabecera. Mi madre, un tanto indignada por las horas de espera, le preguntó el motivo exacto de tantas horas de espera. Él, por la confianza mutua que había de tantos años siendo nuestro pediatra, nos dijo con voz lúgubre que había entrado de urgencia un niño de unos 5 años afectado gravemente de Meningitis C. Hubo que intervenir, pero no consiguieron salvarlo.

No recuerdo el gesto de mi madre, pero sé que a todos nos pesó esa noticia. No consigo recordar más detalles de ese momento, la edad y la fiebre han hecho lo suyo, pero sí recuerdo que, el salir del hospital rumbo al coche bajo la lluvia, le pregunté a mi madre que era aquello dr Meningitis. Sólo fue capaz de decirme que es una grave enfermedad que no tiene piedad.

Eso es todo lo que recuerdo de aquella fría tarde. Era muy pequeño para recordar todos los detalles, pero el pesar del recuerdo, se quedó grabado en mi mente y allí perdurará para siempre...

-Dave Arges-

jueves, 26 de abril de 2012

Palabras


Cada palabra que decimos expresamos sentimientos
por medio del lenguaje articulado.
Si expresamos los sentimientos con cada palabra
¿Por qué me hieres a diario?

Por cada palabra que diriges hacía mi
agua fría es lo que recibo y me mojo
Por cada palabra que sale de tu boca
me traspasa como esapada hasta tocarme el hueso

Todos los días espero callada a recibir más
sé que vendrán porque tu actitud y tu mirada no me engañan
Yo solo trato de cubrirme con mi escudo de indiferencia
pero de algún modo u otro sabes derribarlas y entras.

Sigo cada día luchando por vencerlas
pero cuando lo estoy consiguiendo
tus palabras me destroza constantemente al decirlas
y solo me queda mi llanto y seguir escuchando.

D -No es Dave, es una amiga de Dave-

Una dedicatoria muy especial

Hace ya unos cuantos años, en 2009, una mañana cualquiera de Octubre me dirigía a clase, por aquel entonces cursaba 1º de Bachillerato. A unos 50 metros de llegar a la entrada del instituto IES Antonio Maura, una muy buena amiga me paró, y con dos tiernos besos me saludó, y lo primero que dijo fue:
-Te presento a Fátima, es nueva, irá a tu clase. No conoce a nadie en este instituto, salvo a mí.
-Hola Fátima -nos dimos dos besos- Me llamo Dave, me dirijo a clase, si quieres ven ahora conmigo y te voy mostrando todo aquello que consiste en nuestro recinto educativo.
-Hola Dave -respondió ella con su dulce voz- iré contigo.
Cuando nos dirigíamos a clase, me quedé maravillado de su largo cabello castaño. Es fácil ver grandes cabelleras, pero como aquella, no, no las hay como aquella. 
Los próximo que recuerdo de aquel día, es la primera clase que tuvimos. Era la clase de griego, ese día recitábamos de memoria el alfabeto griego. El aula era un zulo apestoso, pero no había otro sitio a donde ir. En aquella clase, con voz un tanto tímida, me confesó que le gustaba el anime, le encantaba los Judas Priest y que dibujaba elfos a todas horas (según ella, me parezco a un elfo). Otras cosas por añadir a mi lista de maravillas de Fátima.
No recuerdo todas las horas que hemos pasado juntos en clase, en su casa, en la mía (estudiando y haciendo trabajos escolares, mal pensados) pero si que recuerdo los momentos que realmente han valido la pena. Momentos épicos, como cuando hacíamos las disertaciones filosóficas en clase, de tal modo, que aplastábamos las disertaciones de los demás compañeros. Cuando hablábamos de literatura, arte, cultura y filosofía. Momentos en los cuales nos la sudaba el mundo, momentos en los cuales lo único que nos importaba éramos nosotros y lo que tuviéramos que decir.
En 2010, ella decidió cambiar de Bachillerato, se pasó del Humanístico al Artístico. Cuando me lo dijo la llamé desertora, pero me alegré por ella, tiene talento, tanto en literatura tanto en dibujo, una crack. En segundo de Bachiller tan sólo coincidíamos en la clase de Historia de Arte, una de mis favoritas. Y también coincidíamos en los recreos. En las excursiones que hacíamos sobre Historia del Arte, siempre nos juntábamos los dos para observar, compartir opiniones, criticar, y por qué no, hacer chistes sobre las obras que observábamos.
Ya en 2011, le presté todos mis apuntes y libros para que pudiera estudiar para la selectividad. Yo me presenté en la convocatoria de Junio, ella de Septiembre. Así que, dada mi experiencia universitaria, la ayudé en cuanto pude. Al final aprobó y ahora se encuentra en la Universidad de Barcelona estudiando no Bellas Artes como todo el mundo creía, sino, Lenguas Hispánicas.
Hace un par de días que decidí crear este Blog, y como no, le pedí consejo a mi queridísima amiga Faty. Ella me dijo que sería conveniente escribir sobre temas variados, ya fuesen literarios, criticas, dedicatorias, obras mías... y por último, le pedí que me diera un nombre para ponerle al Blog. Y me contestó:
-El rincón del alma pensante
-Faty, eres divina -le respondí- lo has clavado, eso le pondré. Y como gratitud, te dedicaré una dedicatoria.

Y esta es mi dedicatoria para Faty. Una grandísima amiga, que siempre me ha ayudado en mis desvaríos, en mis confesiones, y evidentemente, en los estudios. En muchos aspectos me has salvado de la ignorancia. Gracias por todo. Nunca sabré como agradecértelo.

-Dave Arges-

miércoles, 25 de abril de 2012

El recuerdo

Acabo de despertarme envuelto en esta oscuridad absoluta que impregna la habitación de motel. Las pesadilla llevan días sin dejarme dormir ¿serán los nervios?¿los miedos?¿la incertidumbre de lo que me depara?¿no saber qué hago aquí y por qué huyo?¿no recordar que he hecho? Demasiadas preguntas como para poder dormir. 
Pasan las horas y sigo sin poder cerrar los ojos. Tomo un vaso de whisky para calmar la sed, y al cerrar de nuevo los ojos se me aparecen las imágenes que llevan días acechándome por las noches. Abro los ojos y la veo allí, de pie, junto la puerta, con el camisón manchado de sangre mirándome fijamente. Cierro de nuevo los ojos para no verla y me hundo en un lago de oscuridad. Las tinieblas me engullen y se apoderan de mí mientras una voz cercana clama de dolor y me veo a mí, empapado en sangre, sujetando un cuchillo con la mano izquierda. Abro los ojos de nuevo. La habitación sigue igual. Ella no está. ¿Ha vuelto de entre los muertos?¿Por qué está aquí? Mucha incertidumbre... Todo me parece extraño y lejano. No entiendo nada. No soy capaz de recordar quién es ella.
Vuelvo a tomar otro vaso de whisky, esta vez, para calmar los nervios y otro vaso para que el alcohol me deje inconsciente. Me quedo dormido de nuevo y vuelve a aparecer la pesadilla que me perturba. 
Allí, me encuentro yo, sentado en el sofá de una casa cuyo recuerdo me es borroso, lleno de ira. Algo muy malo ha sucedido, no recuerdo el qué. Ella, luciendo su hermosa cabellera rojiza por encima de su pecho, al verme, se paraliza, asustada, mirándome fijamente, hace un ademán de huir, pero en ese instante no sé que sucede, todo pasa muy rápido. Cuando acaba, yo, encima de ella, contemplo como la vida se apaga en sus hermosos ojos verdes, en mi mano izquierda sujeto un cuchillo de cocina que no recuerdo haber cogido, mi ropa impregnada de sangre, se adhiere a mi pecho. Sin darme cuenta de mis impulsos suelto el cuchillo, la abrazo y suelto un grito que ningún ser en el universo podría describir.
Con un terrible sobresalto me despierto con el corazón a punto de salirme del pecho. ¿Qué he hecho?¿Por qué? No lo recuerdo. He matado al único ser que he amado, mi Luna, mi Sol, mi Cielo, te he hecho daño, y no sé por qué. La pesadilla sigue, no cesa. Me perturbará hasta el fin de los tiempos. Sólo queda una salida. La fácil y rápida. La eficaz. Es hora de acabar con esto. Ato un extremo de la cuerda de la cortina a mi cuello y el otro extremo al palo de la mismo. Subo a una silla y me dejo caer. Todo acaba. Todo termina.

-Dave Arges- (con influencia de El Cuervo de Edgar Allan Poe)

La vuelta al mundo de 80 días


¿Quién no conoce esta novela de Julio Verne? Seguramente tendréis cierta idea de lo que trata. Pues, os quiero mostrar el último párrafo de esta gran obra, ya que me ha gustado mucho. Después de llegar a Londres y recibir el dinero ganado en su apuesta (20.000 libras) tan solo gana 1.000 dado que se gastó 19.000 por el camino (sobornos, compras, pagos...) y esos mil extra los reparte entre su fiel servidor Passepartout y el inspector de policía, el Agente Fix. Y en su travesía por la India, rescató a una joven viuda que iba a ser sacrificada, Aouda, que finalmente, ella y Phileas Fogg acaban enamorados y casados. Hecho un breve resumen de ciertos acotencimientos, doy paso al último párrafo de la novela. (siento ser spoiler, pero es para que tengáis cierta idea de lo que hablo).

Así, pues, Phileas Fogg había ganado su apuesta. Había realizado en ochenta días un viaje alrededor del mundo. Había empleado para hacerlo todos los medios de locomoción, paquebotes, trenes, coches, yates, barcos mercantes y hasta trineo y un elefante. El excéntrico gentleman había desplegado en la empresa sus maravillosas cualidades de serenidad y de exactitud. Pero ¿y qué? ¿Qué había ganado a lo largo de ese viaje? ¿Qué había obtenido de él? Nada, se dirá. Nada, en efecto, sino una mujer encantadora que, por inverosímil que pueda parecer, hizo de él el más feliz de los hombres.
Y, en verdad, ¿quién no daría, por menos de eso, la vuelta al mundo?

Poema del Rey Uzaf Uddaul a la Reina de Ahmehnagara


Este poema sale en "La vuelta al mundo en 80 días", momentos antes de rescatar a la princesa Aouda de ser incinerada viva por un ritual hindú. He buscado sobre ese supuesto rey, y parece ser que tan solo se menciona en dicho libro, no sé si fue real o no, da igual, lo que importa es el contenido. Me ha gustado mucho este poema y por eso mismo, he decidido publicarlo. ¡A disfrutar!

Su reluciente cabellera, dividida perfectamente en dos partes, enmarca los armoniosos contornos de sus mejillas delicadas y blancas, frescas y brillantes. Sus cejas de ébano tienen la forma y la fuerza del arco de Kama, dios del amor, y bajo sus largas y sedosas pestañas, en las negras pupilas de sus grandes ojos límpidos, nadan, como en los lagos sagrados del Himalaya, los más puros reflejos de la luz celeste. Finos, iguales y blancos, sus dientes resplandecen entre sus labios sonrientes, como gotas de rocío en el seno entreabierto de una flor de granado. Sus lindas orejitas de curvas simétricas, sus sonrosadas manos, sus piececitos arqueados y tiernos como las yemas del loto, brillan con el resplandor de la más bellas perlas de Ceilán y de lo más hermosos diamantes de Golconda. Su delgada y flexible cintura, que una sola mano podría ceñir, realza las elegantes curvas de sus caderas y la riqueza de su busto, en el que la juventud en flor ostenta sus más perfectos tesoros. Bajo los sedosos pliegues de su túnica, parece estar moldeada en plata pura por la divina mano de Vicvacarma, el inmortal escultor.

Jax y la Luna


Este es otro fragmento de "El Temor de un Hombre Sabio". Es una historia que cuenta uno de los personajes, me gustó mucho así que por eso he decidido publicarlo. Es un resumen, ya que en el libro original es más largo, pero sólo me he saltado detalles, lo esencial está presente.
Va para todas las Lunas.

Hace mucho tiempo, antes que existieran los actuales reinos. En un pequeño pueblo de la Mancomunidad, nació un niño llamado Jax. Jax nunca tenía suerte, si compraba un helado se la caía, si jugaba a la pelota se le pinchaba, si se compraba unos zapatos, se le rompían con rapidez. Nunca sonreía, nada le hacía sentirse feliz y nada le divertía. No tenía nada, salvo una mansión media reducida a escombros por su antigüedad que se encontraba a las afueras del pueblo.
Volviendo a su casa, se encontró con un calderero con tres fardos, uno grande, otro mediano y otro pequeño. Al ver a Jax triste le preguntó:
-No estás muy feliz, chico.
-Nada ni nadie es capaz de hacerme feliz.
-Yo, en estos fardos tengo muchas cosas que te harán feliz, si quieres te la puedo vender.
-Te digo que si me haces feliz te estaría muy agradecido, pero no tengo dinero para pagarte- dijo Jax.
-Pues eso va a ser un problema -repuso el calderero-. Porque lo mío es un negocio, no sé si me explico.
-Si encuentras algo que me haga feliz, te daré todo lo que tengo, aquella mansión de allí -dijo señalando hacia atrás- y si no tienes nada que me haga feliz, me quedaré con tu fardo más pequeño y con tu sombrero.
-Acepto el trato -El calderero no estaba muy dispuesto a dar su sombrero, le había cogido cariño, pero estaba totalmente seguro de tener lo que aquel chico buscaba, no tenía nada que perder.
Entonces, el caldedero abrió su farda más grande, y sacó un peonza. El niño ni se inmutó. Luego un soldadito de plomo, el niño lo ignoró. Así fue sacando distintos juguetes hasta que vació el fardo, ninguno convenció al niño. Luego el caldedero abrió su fardo mediano, y empezó a sacar objetos de más valor: joyas, ropa, zapatos... pero nada pudo impresionar a aquel niño con los zapatos rotos, pero en ese momento alzó la vista y vio la Luna en todo su esplendor.
-Ya he elegido- dijo el niño.
-Buena elección, esos zapatos son de buena calidad.
-No me refiero a los zapatos, me refiero a eso, la Luna- le respondió.
-¿La Luna dices? Bendito loco. No te la puedo dar, la Luna es libre, nadie puede poseerla- le contestó con una sonrisa burlona en la cara.
-Sólo seré feliz cuando la posea. si no puedes conseguirme la Luna, dame lo acordado- soltó de forma áspera.
El caldedero, de mala gana le tendió el fardo pequeño y de forma nostálgica, le tendió el sombrero aunque se resistió, le tenía bastante cariño.
-¿Puedo quedarme con el sombrero? Le tengo cariño- dijo con esperanza el caldedero.
-No, un trato es un trato. Pero puedes quedarte con mi mansión, no la voy a necesitar. Voy a seguir a la Luna hasta poseerla.
Dicho esto, se marchó rumbo al norte, hacia la Luna. Caminó durante días, meses, años, nunca supo cuanto tiempo estuvo caminando. Cruzó medio mundo tras la Luna sin poder alcanzarla. Le costaba mucho seguir a la Luna porque en aquella época la Luna estaba siempre llena. Colgaba en el cielo, redonda como una taza, reluciente como una vela, inalterable.
Tras tanta distancia, tras tantos kilómetros, la piernas le flaqueaban, pero al final de la cuesta la cual estaba subiendo, vio a un anciano sentado junto una cueva. Tenía una larga barba gris. No tenía pelo en la cabeza ni calzado en los pies.
Al ver a Jax se le iluminaron los ojos. Se levantó y sonrió.
-Hola, hola -le saludo con calurosa voz-. Te encuentras muy lejos de todo. ¿Cómo estña el camino?
-Largo -contestó Jax-. Y duro y cansado.
El anciano invitó a Jax a sentarse, le ofreció agua y frutas. Y Jax preguntó:
-¿Qué haces tan lejos de todo?-
-Encontré esta cueva mientras perseguía el viento y me quedé en esta cueva porque va muy bien para lo que hago -le contestó-.
-Y ¿qué haces? -preguntó Jax.
-Soy el que escucha -respondió el anciano-. Escucho lo que las cosas tengan que decir.
-Ah -dijo Jax con cautela-. Y ¿este es un buen sitio para hacer eso?
-Sí, muy bueno. Excelente -confirmó el anciano-. Para aprender a escuchar como es debido debes alejarte mucho de la gente. -Sonrió-. ¿Qué te ha traído por mi cielo?
-Busco la Luna. Quiero atraparla. si pudiera estar con ella, sería feliz.
El anciano lo miró con seriedad.
-¿Quieres atraparla?¿Cuánto tiempo llevas persiguiéndola?
-He perdido la cuenta de los años y kilómetros.
El anciano cerró un momento los ojos y asintió con la cabeza.
-Sí, puedo oírlo en tu voz. No es un mero capricho. -Se inclinó y acercó su oreja al pecho de Jax. Cerró los ojos otro largo rato y se quedó muy quieto-. Oh -dijo en voz baja-, qué triste. Tu corazón está roto y nunca has tenido oportunidad de utilizarlo.
Jax se cambió de postura un poco turbado.
-¿Cómo te llamas' -preguntó Jax-. Si no te molesta que te lo pregunte.
-No, no me molesta -repuso el anciano-. Siempre que a ti no te moleste que no te conteste. Si tuvieras mi nombre, tendrías poder sobre mí, ¿no?
-Ah, ¿sí?
-Por supuesto. -El anciano frunció el entrecejo-. Eso es asó. Aunque no parece que sepas escuchar, es mejor tener cuidado. Si consiguieras atrapar aunque solo fuera un trocito de mi nombre, tendrías poder sobre mí.
-¿Podrías ayudarme a atrapar a la Luna?
-Quizá pueda darte algún consejo -dijo el anciano de mala gana-. Pero primero deberías reflexionar sobre esto, chico. Cuando quieres algo,  tienes que asegurarte de que eso te quiere a ti, porque si no, pasarás muchos apuros persiguiéndolo.
-¿Cómo puedo saber si me quiere? -preguntó Jax.
-Podrías escucharla -dijo el anciano casi con timidez-. A veces, eso hace maravillas. Yo podría enseñarte a escuchar.
-¿Cuánto tardarías?
-Un par de años -respondió el anciano-. Más o menos. Depende de si tienes un don para ello. Escuchar como es debido no es fácil. Pero cuando le cojas el truco, conocerás a la Luna casi tan bien como te conoces a ti mismo.
-Es demasiado tiempo. si consigo atraparla, podré hablar con ella. Podre hacer...
-Bueno, eso es parte del problema -le interrumpió el anciano-. En realidad no quieres atraparla. En realidad no. ¿Piensas seguirla por el cielo? Claro que no. Lo que quieres es conocerla. Eso significa que necesitas que la Luna venga a ti.
-¿Cómo puedo conseguir eso?
-Bueno, esa es la cuestión, ¿verdad? -dijo el anciano sonriendo-. ¿Qué puedes ofrecerle a la Luna?
-Solo puedo ofrecerle lo que llevo en este fardo.
-No me refería a eso -masculló el anciano-. Pero si quieres, podemos echar un vistazo a lo que tienes
-No puedo abrirlo -respondió Jax-. El nudo se me resiste
El ermitaño cerró los ojos un momento y escucho. Entonces abrió los ojos, miró a Jax y frunció el entrecejo.
-El nudo dice que intentaste romperlo. Que lo forzaste con un cuchillo. Que lo mordiste con los dientes.
-Es verdad -admitió Jax, sorprendido-. Ya te lo he dicho, intenté abrirlo por todos los medios.
-No por todos -dijo el ermitaño con retintín. Levantó el fardo hasta que el nudo del cordón le quedó a la altura de los ojos-. Lo siento muchísimo, pero ¿te importaría abrirte? -Hizo una pausa-. Sí. Te pido perdón. No volverá a hacerlo.
El nudo se deslió. el ermitaño desplegó el fardo en el suelo. Jax esperaba encontrar dinero, piedras preciosas, algún tesoro que pudiera regalar a la Luna. Pero lo único que contenía aquel fardo era un trozo de madera torcido, una flauta de piedra y una cajita de hierro.
La flauta fue lo único que le llamó la atención a Jax. Estaba hecha de una piedra de color verde claro.
La flauta es bonita -dijo Jax encogiéndose de hombres-. Pero ¡para qué sirven un trozo de madera y una caja demasiado pequeña para guardar nada?
-¿No lo oyes? -preguntó el ermitaño meneando la cabeza-. La mayoría de las cosas susurran. Estas cosas gritan. -Señaló el trozo de madera retorcido-. Si no me equivoco, eso es una casa plegable. Y muy bonita, por cierto.
-¿Qué es una casa plegable?
-Puedes doblar un trozo de papel varias veces hasta hacerlo muy pequeño, ¿verdad? -El anciano señaló el trozo de madera-. Pues una plegable es lo mismo. Solo que es una casa, por supuesto. Pero no la despliegues aquí, no quiero una casa delante de mi cueva tapándome el Sol. Asegúrate de encontrar un buen lugar y despliégala allí.
-De acuerdo, ¿y la caja? -Jax estiró un brazo y la cogió. Era oscura, y fría, y lo bastante pequeña para guardarla en un puño.
-Está vacía.
-¿Cómo lo sabes?
-Escuchando -respondió el anciano-. Me sorprende que no lo oigas. Es la cosa más vacía que he oída jamás. Tiene eco. Sirve para guardar cosas.
-Me parece que voy a continuar mi camino -dijo Jax.
-¿Estás seguro de que no quieres quedarte un mes o dos aquí? -preguntó el anciano-. Podrías aprender a escuchar un poco mejor. Escuchar es útil.
-Ya me has dado algunas cosas en las que pensar. -repuso Jax-. Y creo que tienes razón: no debería perseguir a la luna. debería hacer que la luna venga a mí.
Jaz se marchó a la mañana siguiente, siguiendo a la luna por las montañas. Al final encontró un terreno extenso y llano acurrucado entre las cumbres más altas.
Jaz sacó el trozo de madera y empezó a desplegarlo trozo a trozo. Pero la casa era mucho más grande d elo que había imaginado. Cuando la luna llegó al cielo, la casa todavía estaba sin terminar.
Quizás Jax se diera prisa o fue mala suerte. El caso es que desplegó una mansión magnífica, inmensa. Pero no encajaba bien. Había escaleras que en lugar de subir iban de lado. A algunas habitaciones les faltaba paredes, otras el techo. Pero a Jax todo esto no le importó, así que corrió corriendo a la torra más alta, sacó su flauta y se puso a tocar lo mejor que pudo.
Tocó una dulce canción bajo un firmamento despejado. Al oírla, la luna descendió a la torre. Pálida, redonda y hermosa se plantó frente a Jax en todo su esplendor, y por primera vez en su vida, Jax sintió un atisbo de gozo.
Entonces hablaron, Jax le contó su vida. La luna escuchaba y sonreía. Pero al final, se quedó mirando el cielo con nostalgia. Jax sabía que significaba aquello.
-Quédate conmigo -suplicó- Solo puedo ser feliz si eres mía.
-Debo irme -replicó ella-. El cielo es mi hogar.
-Yo he construido un hogar para ti -Dijo Jax mostrándole su enorme mansión con un ademán-. Aquí hay suficiente cielo para ti.
Debo irme -insistió ella-. Ya llevo demasiado tiempo aquí. Pero volveré. Soy inalterable. Y si tocas la flauta para mí, vendré.
Te he ofrecido tres cosas -dijo él-. Una canción, un hogar y mi corazón. Si quieres irte, ¡por qué no me ofreces tres cosas a cambio?
La luna rió y extendió los brazos mostrándole la palma de las manos.
-¿Qué tengo yo que pueda regalarte? Pero si puedo dártelo, pídeme y yo te daré.
-Primero te pediría una caricia de tu mano -dijo Jax.
-Una mano estrecha la otra, y te concederé lo que me pides.
Estiró un brazo y lo acarició con una mano suave y fuerte. Al principio parecía fría, y luego maravillosamente caliente. A Jax se le erizó el vello de los brazos.
-Después te suplicaría un beso -dijo.
-Una boca saborea la otra, y te concederé lo que me pides.
Se inclinó hacia Jax. su aliento era dulce, y sus labios, firmes como una fruta. Aquel beso le cortó la respiración a Jax, y por primera vez en su vida, en su boca asomó un amago de sonrisa.
-Y ¿cuál es tu tercera petición? -preguntó la luna. Tenía los ojos oscuros e inteligentes, y su sonrisa era sincera y cómplice.
-Tu nombre -suspiró Jax-. Así podré llamarte.
-Un cuerpo... -empezó la luna avanzando con ansia hacia Jax. Entonces se detuvo-. ¿Solo mi nombre? -preguntó deslizando una mano alrededor de la cintura de Jax.
Jax asintió. La luna se le acercó y le susurró al oído:
-Ludis.
Jax sacó la cajita de hierro y cerró la tapa y atrapó el nombre de la luna.
-Ahora tengo tu nombre -dijo con firmeza-. Así pues, tengo dominio sobre ti. Y te digo que debes quedarte conmigo eternamente, para que yo pueda ser feliz.
Y así fue, la caja ya no estaba fría. Estaba caliente, y Jax notaba el nombre de la luna dentro, revoloteando como una palomilla contra el cristal de una ventana.
Quizá Jax cerrara la caja demasiado despacio o simplemente tuviera tan mala suerte como siempre. El caso es que solo pudo atrapar un trozo del nombre de la luna. Por eso Jax puede tener para él la luna un tiempo, pero ella siempre se le escapa. Sale de la mansión rota de Jax y vuelve a nuestro mundo. Aun así, él tiene un trozo de su nombre, y por eso ella siempre debe regresar a su lado. 

Sobre los Secretos


Este es un fragmento de "El Temor de un Hobre Sabio" se basa en los dos tipos de secretos. Me gustó mucho este fragmento, ya, quien lo escribió (Patrick Rothfuss) los conoce bien. Teccam, que se menciona aquí, es un antiguo escritor que se menciona bastantes veces en el libro.


Hay secretos de la boca y secretos del corazón.
La mayoría de los secretos son secretos de la boca. Chismes compartidos y pequeños escándalos susurrados. Esos secretos ansían liberarse por el mundo. Un secreto de la boca es como una china metida en la bota. Al principio apenas la notas. Luego se vuelve molesta, y al final, insoportable. Los secretos de la boca crecen cuanto más los guardas, y se hinchan hasta presionar contra tus labios. Luchan para que los liberes.

Los secretos del corazón son diferentes. Son íntimos y dolorosos, y queremos, ante todo, escondérselo al mundo. No se hinchan ni presionan buscando una salida. Moran en el corazón, y cuanto más se los guarda, más pesados se vuelven.

Teccam sostiene que es mejor tener la boca llena de veneno que un secreto en el corazón. Cualquier idiota sabe escupir el veneno, dice, pero nosotros guardamos esos tesoros doloroso. Tragamos para contenerlos todos los días, obligándolos a permanecer en lo más profundo de nosotros. Allí se quedan, volviéndose cada vez más pesados, enconándose. Con el tiempo, no pueden evitar aplastar el corazón que los contiene.



Gran razonamiento sobre los secretos, todos, evidentemente, tenemos de los dos tipos, pero... ¿Cuánto queda para que los secretos del corazón nos aplaste nuestro propio corazón? Buen razonamiento que se me acaba de ocurrir ahora mismo. Lo dejo para que penséis.